30 de julio de 1811, muere Hidalgo, el padre de la Patria

Muerte de Hidalgo 30 julio 1811
Muerte de Hidalgo 30 julio 1811

Relato del fusilamiento, tomado de México a través de los siglos

Ya desde el día 26 [de julio de 1811] el comandante general [de las Provincias Internas] don Nemesio Salcedo había ordenado la ejecución conformándose con el parecer del asesor Bracho. Concluida la degradación, se notificó á Hidalgo la sentencia de su muerte y de la confiscación de sus bienes el mismo día 29, y en seguida se le indicó escoger un confesor que le impartiera los últimos auxilios religiosos. El ilustre propugnador de la independencia eligió al. padre fray José María Rojas que había sido notario de la causa eclesiástica mandada formar por el obispo de Durango. En su prisión, que fue la pieza que está bajo la torre de la capilla del Hospital Real, recibió el trato humano y compasivo de sus dos guardianes, el cabo Ortega y el español Melchor Guaspe, alcaides de aquella cárcel, á quienes consagró su gratitud en dos décimas escritas por él mismo con un carbón en la pared, la víspera de su muerte.

Lució el 30 de julio de 1811, último de su vida, y demostró en sus postreros instantes grande impavidez: «Notó, dice Bustamante, que en el desayuno le habían puesto menor cantidad de leche que la que acostumbraban á darle, y pidió más diciendo que no por ser la última debía beber menos… Al tiempo de marchar al patíbulo recordó que bajo su almohada había dejado unos dulces, volvió por ellos y los repartió entre los soldados que debían dispararle…» A las siete de la mañana fue llevado á un sitio detrás del Hospital, en donde se ejecutó la sentencia; no murió con la primera descarga, y caído en tierra recibió numerosas balas hasta quedar exánime. Su cuerpo tuvo sepultura en la capilla de San Antonio del convento de San Francisco, y su cabeza y las de Allende, Aldama y Jiménez fueron llevadas á Guanajuato y colocadas en jaulas de hierro en cada uno de los ángulos de la albóndiga de Granaditas, donde permanecieron hasta 1821, siendo entonces trasladadas á la ermita de San Sebastián. En la puerta de aquel edificio se puso la siguiente inscripción por mandato del intendente don Fernando Pérez Marañón :

«Las cabezas de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Jiménez, insignes fascinerosos y primeros cabecillas de la revolución ; que saquearon y robaron los bienes del culto de Dios y del Real Erario; derramaron con la mayor atrocidad la inocente sangre de sacerdotes fieles y magistrados justos; y fueron causa de todos los desastres, desgracias y calamidades que experimentamos y que afligen y deploran los habitantes todos de esta parte tan integrante de la nación Española.

»Aquí clavadas por orden del señor brigadier don Félix María Calleja del Rey, ilustre vencedor de Aculco, Guanajuato y Calderón, y restaurador de la paz en esta América. Guanajuato 14 de octubre de 1811.»

México a través de los siglos.(1987). In Riva Palacio V. (Ed.), (23ª ed.). México: Editorial Cumbre. p. 222